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AGOSTO 2014

La misión es trascender (I)

“El arte moderno tiene como objetivo hacer visible lo invisible”  Paul Klee, pintor suizo.

El punto de partida del post de hoy es una conocida frase de Klee, cuando los artistas tenían necesidad de explicar su obra en los albores del siglo XX. El arte figurativo había quedado atrás y se forjaron nuevas formas de expresión pictórica. Pero leamos otra vez la frase de inicio. Deducimos que hace alusiones a lo tangible e intangible. Por tanto, se reconoce la presencia de materia oculta a los ojos. La mirada del hombre contemporáneo se extravía en ocasiones por la sobrada abundancia de estímulos gráficos y nos es difícil aceptar fuerzas no reconocibles por la vista. Ya olvidamos las clases de física. Por ejemplo, el efecto de la gravedad es real; todos los cuerpos con peso se mantienen pegados a la tierra. El fluido eléctrico, el magnetismo, las altas y bajas frecuencias sonoras, etc. son potencias aceptadas, a pesar de no ser percibidas por los sentidos. No las podemos apreciar. Sin embargo, notamos los efectos de su existencia. Son invisibles, pero son reales, como las palpitaciones del corazón. Toca tu pecho.

Y el espíritu, el alma, ¿es real?  Para mí, sí.

Más allá del adoctrinamiento cristiano o católico, sostenido por  dogmas, el hombre se inclina naturalmente por creer, más allá de la conveniencia psíquica de admitir poderes sobrehumanos. Yo, por ejemplo, estoy convencido que el hombre no se debate ante la nada, sino ante lo inconmensurable. Si fuera una persona de pensamiento materialista, o sea, de los que niegan axiomáticamente la existencia del alma y todo lo relativo a la esfera espiritual, estaría seguro que la vida es un absurdo. Afortunadamente, yo soy un creyente y me basta contemplar la majestuosidad de la naturaleza viva para recordarme a mí mismo la necesidad de tener fija una misión, una que perdure y sobreviva, que lleve mi marca. No me refiero a tener descendencia, eso cualquiera (excepto los infértiles) lo hace. Una meta por cumplir, un sueño, me exige dedicación, compromiso y me invita a examinar de continuo mi propia vida. Es todo un reto mantenerse en foco en esta época de Internet, donde es fácil extraviarse y perder tiempo valioso. Me cuesta trabajo aceptar que hay personas que dedican horas cotidianas de voyeurismo en Youtube u otros que no completan el día sin seis horas diarias frente al televisor. Lo ideal es conservar la medida y no excederse; el tiempo no se recicla y es cruel con todos. Envejecemos con una gran lentitud, no lo olvidemos.

No podemos tener todo y a todos a nuestro alcance, mucho menos pensar en gobernar los elementos y caprichos de la madre naturaleza, sin mencionar a las personas. Hace muchos años, un grupo de buenos amigos y yo, decidimos viajar a California para estar presentes en un juego de football profesional. Conseguimos las entradas con cinco meses de anticipación y elegimos un juego en particular del calendario, ya que todos queríamos ver jugar a Dan Marino. Para nuestro despecho, una semana antes de la cita, un rival golpeó al veterano jugador y lo puso en duda para el juego que nosotros queríamos presenciar. Y así sucedió, gastamos una buena cantidad de dólares con el objetivo de ver a un jugador en especial que no estuvo en condiciones de salir al terreno de juego el día señalado como “la ocasión que vi jugar al gran Marino”. Ese domingo nunca llegó. Pero eso sí, era el día de Halloween y como sea nos pudimos divertir en grande en el área de la bahía de San Francisco. Estoy seguro que a todos los seres humanos, sin importar la elevada o modesta posición social, la vida nos enseña que, a veces, los planes no resultan a la medida de nuestros deseos. El azar, es una propiedad del universo, y por ende, del mundo.

En la esfera afectiva, de las relaciones interpersonales, nos movemos a ciegas, por asimetría, que es la carencia de información. Por ejemplo, es normal sentirse atraído por alguien que después nos enteramos no está en condiciones de correspondernos. Y lo importante, en estas situaciones, es actuar. No importa que nos respondan con un “No, pero gracias por la invitación”. Más vale que nos lo diga la otra persona a respondernos negativamente, y de antemano, nosotros mismos. Seamos optimistas cuando nos interesa otra persona. Que no se agote nuestra curiosidad por saber algo o mucho de la gente que nos atrae. Para ello, es fundamental retener los pies en el piso. Esto es, mantener la esperanza/expectativa con semejantes que también se encuentren en la tierra, junto con la mayoría de los mortales. Una cosa es creer que puedo aproximarme a la chica que me gusta y que recién conocí en la clase. Pero algo muy diferente es creer en el “político” o “política” en campaña, de esos que prometen encarcelar por corrupto al mismísimo diablo. No hay lugar para ser ingenuos, los miembros de la clase política hace mucho que dejaron de pisar el mismo suelo por el que caminamos tú y yo. La perspectiva y la referencia, son obligadas para delinear objetivos que involucren a individuos.

El optimismo lo detona el interés hacia algo o alguien. En lo particular, me motivan las personas y el conocimiento concreto de algo. Los griegos llamaban a esto último manía, que es lo más parecido a estar poseído. El optimista persigue, como lo hacía el animoso personaje “el Coyote”, que nunca dejó de trabajar para atrapar al evasivo Correcaminos. Aquí tenemos, tomada de una serie cómica de dibujos animados, la actitud que brota de la energía de querer emprender una tarea. Se llama interés, en su acepción alejada de lo financiero, pero apegada al mundo de las motivaciones humanas. Los escritores lo saben, de ahí la necesidad creativa de inventar a seres que buscan algo. Sea para bien o para el mal, un buen personaje de ficción desea obtener beneficios de una situación o de otros personajes. Y, como en las grandes novelas, un gran personaje está dispuesto a todo con tal de ganar lo que se propone. ¿Te suena a la vida real? Espero que sí. La ficción no se aleja de lo mundano, sino que nace de la vida misma.

Los grandes personajes tienen su nombre escrito en los libros de Historia y en los relatos más célebres. Han trascendido milenios o siglos, y sus hazañas continúan capturando la imaginación del mundo. Trascender es ir más allá de los límites físicos de la propia humanidad. Por tanto, concluimos que estamos en terreno del espíritu humano.

El alma sigue siendo materia de especulación. Para unos, la certeza de su existencia; para otros, una simple palabra bonita para ser usada por los poetas o pensadores. Yo creo que es una región desconocida interior que estamos obligados a conocer: ¿Quién soy?, ¿qué quiero ser?, y, mejor aún, ¿qué quiero hacer?  Tú tienes las respuestas. Estoy convencido que todos tenemos esa información almacenada dentro de nosotros.

¿Quién o qué te interesa?

Muchas veces, la formulación de una buena pregunta nos lleva con facilidad a encontrar la respuesta correcta. Sólo hay una materia que debemos aprobar, se llama “La vida plena”. Me dicen que hay otra materia, con muchos alumnos y un maestro muy divertido. Se llama “Excusas para no hacer”.

Una escuela, dos materias y una sola oportunidad. La decisión es tuya: trasciende.

© Jaime Domenech (JD)     para Podio Beta            Agosto de 2014.

Monterrey, México

Acerca de podiobeta

Estudioso del desarrollo de las habilidades sociales y en Comunicación presencial en la ciudad de Monterrey, México.

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